Mi egregio Mérida:

Aprovechando el que mi desgraciado primo dice que va a llevarle una vez más su gratitud, le manifiesto que abrí uno de los tubitos mágicos que U. me regaló (yoduro alcalino cálcico) y me he aplicado su pomada unos cuatro ó cinco días. El espesor de “aire humoso” que antes veía como un halo de rostros y de cosas, se ha vuelto además “aire-humoso-aceitoso” y parece levísimamente más turbio. Supongo que ese será el objeto del tubito, tal vez para dar elasticidad y flexibilidad, o con otro oculto objeto, a la larga beneficioso.-

No creo que tenga miedo al decirle ésto; sería ofender a su ciencia, y yo tengo una confianza plenísima en ella, porque su ciencia, por un raro milagro, aunque está en su cerebro, parece que sale de su corazón.-

Además, Usted cura con su figura, con sus líneas, con su indulgencia, con su sonrisa penetrante, sagaz y diabólica, de zahorí, risa de brujo que sabe lo que contiene cada cosa de la vida y que parece tener por vivienda los enigmáticos tarros de las Farmacias. Bebedizo, Filtro, sugestión, magia, ensalmo, conjuro, de todo eso se compone la perspicaz sabiduría de su risa de médico, que parece doctora en todas sus picardías del saber divino y humano. Perdone el duende de los ojos, el gnomo de las retinas, esta diserción de su risa poli-pícara, poli-técnica, poli-sabia y poli-bruja.-

Su enfermo,

Salvador Rueda

Siempre se me olvidó decirle que me aparece en lo blanco de los ojos de vez en cuando un poco  de arterioesclerosis, que dura días y se quita solo, y tampoco le dije que el ojo derecho (el más turbio) una vez me clavé un tallo seco al ahondar la mano para coger una flor de jazmín. Padecía una atroz molestia que me cortó un colirio. Hace de ello, tal vez, veinticinco años, y alguna rara vez, me escuece la cicatriz cuando duermo mal o congestionado. El día primero de la pomada de ahora noté bien al parpadear el leve obstáculo de la cicatriz. Ya no.-

*Los manuscritos originales pertenecen a los archivos privados de la familia.