Mayo 22-1922

Sr. D. Miguel de Mérida:

Mi querido Mérida:

Por mi primo Jacinto, supe que U. también se puso algo enfermo de la vista y que se mejoró. Me extraña por creerlo a U.  intangible, que sufra oscilaciones su materia, cuando se halla U. revestido de la Gracia. Yo le creo a U. antiséptico. Y si no, vea (y perdone mi imaginación).-

Mérida

Con tablas de logaritmos
Está formado su cuerpo,
Tal es de exacto y de armónico
Tal es de justo y de recto.
Su idioma es lengua formada
Con letras de ácido fénico
Y de cloruros de cales
Vista su frente y su pecho.
Sus manos depuradoras
Son de sulfato de hierro
E hilos eléctricos puros
Forman sus finos cabellos.
De total maravilloso
Son los labios del Maestro,
Y de nitratos de platas,
Su sien y sus pensamientos.
Es tejido de sol rubio
Su ropaje de destellos
Son rayos equis sus ojos
Son yodos vivos sus dedos.
Ministro de la salud,
Emisario del Misterio,
Él transfusiona las almas
Él reanima a los enfermos,
Él regenera a los tristes
Él resucita a los muertos
Y a los ojos con mortaja
Les rasga el sudario negro
Y les copia en las retinas
Otra vez el Universo.
¡Honor al hombre-milagro
cuya palabra es cauterio
cuya mirada es el radium
cuyo poder es el genio.

Y como Usted sea, siendo Usted una estatua imantada, un desinfectante humano, ¿concibe nadie que se ponga U. enfermo?. Creo que eso es una coquetería, una broma. Hasta su cuerpo delgadísimo y fibroso, elástico y firme, como aquellos aceros toledanos de nuestras  glorias épicas, cuya punta se juntaba con su cruz, sin saltar en pedazos, parece que también rechaza los corrosivos microbios…
Lo dicho. No puedo creer que esté U. enfermo. Sin temor al contagio, le tiende las dos manos, con el corazón en una de ellas, su creyente, que desea su curación,

Salvador Rueda  *Los manuscritos originales pertenecen a los archivos privados de la familia

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